El mundo más íntimo y personal de cada uno, el de las emociones y los sentimientos, tiene una enorme importancia en la construcción de la propia identidad y en nuestra conducta. Desempeñan un papel crucial, por ejemplo, en la forma en que tomamos decisiones, en cómo resolvemos los problemas, nos relacionamos con los demás o en la opinión que tenemos de nosotros mismos.
A pesar de la importancia que supone la gestión de las emociones, hemos vivido durante siglos atrapados en una poderosa cultura hacia “lo racional”, inmersos en una corriente de pensamiento que desechaba las emociones, por considerarlas inútiles y un obstáculo para pensar con claridad.
Afortunadamente, hoy tenemos claro que un personaje como el Capitán Spock (de la mítica serie Star Trek), muy inteligente pero carente de emociones, sólo podría existir en la ficción porque la propia selección natural de la especie lo habría eliminado mucho antes de la llegada de las naves espaciales.
Y es que no somos sólo “razón”, nuestras emociones se encuentran en la base de la mayoría de nuestros comportamientos, tanto en los innatos como en los aprendidos. Haber podido integrar las emociones en la ecuación del misterio de la vida, nos ha abierto unas suculentas expectativas para conocer y comprender al ser humano en su dimensión más esencial: saber qué le motiva, qué le mueve a la acción, con qué sueña y qué le inspira a experimentar.
Sin darnos cuenta, estamos zanjando una antigua disputa por la que se le otorgaba al hemisferio izquierdo del cerebro (el que alberga nuestro conocimiento, pensamiento o razón, aprendizaje y reflexión) mejor capacitación que al derecho (emoción, imaginación, sentimiento y sensación), para manejar las cuestiones de naturaleza vital. Es un alivio saber que nuestras emociones y sentimientos ya no tienen que vivir en las mazmorras de nuestra mente.
Pero lo que no podíamos ni imaginar (normal, la imaginación estaba en cautiverio), es que fruto de la paz de nuestros hemisferios nos íbamos a encontrar de bruces con la creatividad, o para ser más exactos, con la MENTE CREATIVA, en expansión y abierta como un paracaídas que dijo Einstein. Un proceso vital que afecta a todas las facetas de nuestra vida.
¿Qué son las emociones que ahora se nos revelan como fundamentales para aprender, no sólo a vivir de otra manera, sino con otra visión?
EL PODER DE LAS EMOCIONES Y LA CREATIVIDAD
¿Puedo YO ser creativo?
En un principio, creatividad era sinónimo de nuestra capacidad para resolver problemas cambiando el enfoque, y aportando soluciones no vistas anteriormente.
Fue inevitable ir un poco más allá y plantearnos: “Si con esta habilidad resolvemos mejor problemas complejos, también podemos aplicarla a otras capacidades cognitivas”. La creatividad se redimensionó intentando alcanzar todas las estructuras del pensamiento lógico y racional.
Y como siempre pasa con los años, que pasan volando, en el momento actual nos encontramos iniciando la marcha hacia una visión más amplia de creatividad, en el que se contemplan de manera interrelacionada aspectos, no sólo cognitivos, sino también emocionales, corporales, biológicos, relacionales, éticos, contextuales… hasta comunitarios. Nos encaminamos hacia el SER CREATIVO.
Y en esto, las emociones, juegan un papel fundamental. Son nada más y nada menos, que el combustible para la acción creativa. Cuando hay incertidumbre y falta de información, las emociones se convierten en la fuente fundamental de creatividad y de éxito.
“Es muy probable que las mejores decisiones no sean fruto de una reflexión, sino del resultado de una emoción”. (Eduardo Punset)
Las emociones positivas como la alegría, el interés por la vida, la satisfacción, el amor o el perdón, además de estar estrechamente relacionadas con el bienestar subjetivo, amplían las posibilidades de pensamiento y de acción en las personas: esto significa que favorecen un pensamiento creativo, flexible y eficiente.
Eso sí, hay que tener cuidado con una cosa: su alto poder de contagio… Compartir con otras personas experiencias positivas contagia emociones positivas. Cojamos la “risa”, una cámara oculta en un vagón de tren lleno de desconocidos, 2 ganchos y veremos qué pasa…
Como nos dice Elsa Punset, las emociones se contagian. Y dada la cantidad de beneficios que las emociones positivas producen en nosotros y en los que nos rodean, es indispensable aportar a nuestras vidas grandes dosis de alegría, disfrute y pasión. ¿Cómo? Realizando actividades con las que nos sintamos satisfechos y plenos, poniendo amor en cada una de las tareas a las que nos comprometamos… y por supuesto, regalando muchas…muchas sonrisas.
LOS SABOTEADORES DE LA CREATIVIDAD
El Dr. Mario Alonso Puig cuenta una anécdota sobre el director del Instituto del Cerebro en Milán, en su asistencia a un encuentro sobre Creatividad como conferenciante. El profesor inauguraba su ponencia con la frase: “Genio se nace e imbécil se llega”. Lo siguiente fue un expectante silencio para mantener la tensión emocional, y cuando la audiencia asimiló, como pudo, todo hay que decirlo, esta frase lapidaria, un valiente del público se atrevió a preguntar: “Profesor, ¿y qué hay entremedias? El profesor dijo: “Entremedias está el proceso educativo”.
¿Es cierto que al ir creciendo e integrarnos en el sistema educativo, vamos perdiendo facultades creativas? Muy probablemente, así sea. Un estudio realizado en Estado Unidos demostró que las personas utilizaban entre el 85 y el 95% de su creatividad en la etapa preescolar, pero sólo entre el 30 y el 35% en los postgrados universitarios!
Para entendernos mejor, éste sería más o menos, el aspecto que tenemos cuando aún podemos llamarnos genios, o “esos locos bajitos”, como diría Serrat.
¿Sorprendente? Al margen de la gran creatividad que despliegan los diseñadores del vídeo, así es como los “genios” ven el mundo, con curiosidad y libertad, ajenos a la experiencia previa y lleno de posibilidades en sí mismo. No existe el miedo al ridículo por desafinar, por no saber tocar o por hacer sonar los instrumentos de una manera diferente para la que fueron diseñados. Eso es precisamente, lo que les hace encontrar la sintonía, la armonía. Son pura emoción, sin pensamientos limitantes. En sí mismos, son la esencia de la creatividad.
Luego, entremedias, el proceso educativo pasa por nuestras vidas y nos arrebata el 70% de nuestra creatividad (Pow!), y nos deja tiritando con un raquítico 30%. Y en este momento, es cuando somos libres para usarlo en nuestro beneficio, aplicarlo y dedicarlo a nuestro crecimiento y expansión personal.
Pero debemos ser conscientes que, al igual que las emociones positivas son un activador de la creatividad y de la mente abierta, también existen saboteadores emocionales que nos bloquean y nos limitan. La mayoría de ellos se encuentran en nuestro interior, y lo que es peor, mantienen un estrecho dialogo con nosotros. Seguro que reconoces a algunos de ellos (en mi caso, a todos, para qué mentir):
LA VOZ DEL MIEDO
¿Y si fracaso? ¿Y si se ríen de mí? ¿Y si no estoy a la altura? ¿Y si…?. Dentro del repertorio de los “¿Y si…?”, no tienen cabida las posibilidades positivas de futuro… Por supuesto, siempre nos ponemos en lo peor (vaya por dios!).
El Homo, antes que Sapiens fue Emotio o Emotionis, de eso no me cabe duda. El miedo es una de las emociones básicas e innatas en la especies, y en el caso del Homo Sapiens, está presente antes incluso que el conocimiento. Viene programada en nuestro cerebro porque es, y ha sido, fundamental para la supervivencia.
Sin embargo, los miedos que sentimos HOY poco tienen que ver con los peligros que nos acechaban cuando nos enfrentábamos a los depredadores en las cavernas. Hemos cambiado el miedo a los rugidos de las fieras en la noche, por el miedo al fracaso, al ridículo, a la humillación, a la frustración o a equivocarnos.
Y la creatividad no puede activarse con el miedo funcionando, es su máximo enemigo. El miedo, fisiológicamente, nos predispone a emitir una respuesta de huida o ataque, con el consiguiente bloqueo de las estructuras superiores del cerebro, es decir, justo donde se produce el proceso creativo. Da por hecho, que recibirás un mensaje que dirá: “Imposible activación” o “Error 404”.
LA VOZ PESIMISTA
Esta voz no sólo se oye, se siente en todas las acciones y decisiones que tomas en la vida. La voz pesimista nace cuando fantaseas y supones que el mundo que rodea y tú sois un desastre. El pesimismo añade un juicio negativo constante sobre la realidad, sobre todo, la que no conoce. Es más, basta que suceda el vaticinio fatal, para que reforcemos nuestra creencia sobre lo sabios que somos para vivir en este mundo: “¿Lo ves?, te lo dije, si es que yo lo sabía…”.
Y,… ¿de qué te ha servido confirmar tus peores temores? ¿Te ha librado de sufrir, de sentir dolor? ¿No?… Entonces, espero que estés pensando en presentarte a algún concurso de adivinos porque… sólo te sirvió para eso.
Eso sí, dejaste en el camino la capacidad para soñar, para ilusionarte, para vibrar…, y por supuesto, tu Creatividad. Y es que yo me pregunto… ¿qué proyecto de vida sale pensando que “no te va a salir”?
LA VOZ CONFORMISTA
La voz sumisa y acomodaticia habita en la zona de confort. Es la parte de nuestro ser que nos resta relevancia con respecto a lo que podemos aportar de genuino: “El mundo ya está hecho, yo sólo tengo que llegar y adaptarme”. En el fondo, el conformista anhela un mundo en el que las cosas no cambien, por tanto, sin creadores, por favor!.
Somos cómodos, nos reconforta la comodidad. ¿Cuántas veces no descubrimos a nosotros mismos envueltos en diálogos internos, tratando de convencernos de que “si no está roto, ¿para qué arreglarlo?”. Pero para ser creativos y originales tenemos que atrevernos a explorar nuestra zona de influencia desconocida, la zona de reto. Si no salimos del confort, nuestra vida se convierte en el día de la Marmota, lamentándonos siempre por resultados tan idénticos.
LA VOZ PUNITIVA
Culpables, culpables y culpables… No nos merecemos las cosas, no somos dignos. Y mira, aún en el supuesto caso que consiguieras sortear todos los obstáculos anteriores y encontrar una salida, sencillamente, NO la mereces. Si queremos abrir puertas y ventanas donde hay muros, debemos saber que hay una voz en nuestro interior que no nos ayuda.
La idea básica contenida en el concepto de «creatividad» es la de libertad. Necesitamos libertad para romper las reglas, desafiar los canales y asumir riesgos, y el permiso de esa libertad nos lo tenemos que conceder nosotros mismos. Sintiéndonos encadenados a la culpa, al juicio extremo y al menosprecio por uno mismo, no podemos ejercer el proceso creativo.
OIGO VOCES… ¿LAS ESCUCHO?
Tus voces te dan pistas sobre qué necesita tu mente para calmarse. Si dejas de escucharlas podrías ser víctima de un “secuestro emocional”, en el que las reacciones se producen en cadena y escapan de nuestro control. Quien, por ejemplo, siente “ira” fácilmente, es más que probable que mantenga un diálogo estrecho y a diario, con la voz del miedo.
Explorar el mundo emocional nos ofrece oportunidades únicas para transformar las emociones negativas y gestionarlas en nuestro beneficio. El proceso de la gestión de las emociones es vital para crear en nuestro interior una brújula del corazón confiable que guíe nuestros pasos, y esto es lo más significativo en nuestro despertar creativo: esas coordenadas invisibles que sólo tu corazón sabe interpretar para poner rumbo.
Muchas de las situaciones que nos limitan o nos bloquean pueden tener hasta múltiples soluciones si pensamos y trabajamos desde la creatividad. Con la creatividad en marcha, nuestra energía vital se renueva y podemos enfrentarnos a retos aparentemente imposibles.
Hemos visto que la creatividad no es solamente tener una idea genial y original, es ver y hacer las cosas de un modo diferente, y cuando hacemos esto con nuestra vida, somos creativos. Alcanzamos el SER Creativo cuando conectamos con nuestros talentos naturales y somos conscientes de lo que en realidad, somos capaces de hacer; cuando sabemos quiénes somos, nos conocemos y nos respetamos; cuando somos audaces ante lo desconocido, y mantenemos la motivación, la emoción, la aventura y la pasión por lo que hacemos; cuando miramos el mundo como si lo viéramos por primera vez, otorgándole la oportunidad de ser como lo miran estos nuevos ojos; cuando nos reinventarnos y descubrimos la mejor versión de nosotros mismos; cuando fluimos en relaciones sinérgicas y empáticas que, verdaderamente, aportan valor.
Todo esto impacta en lo pequeño y en lo grande de nuestra vida. Como dice Elsa Punset en el vídeo, “no es magia, es Inteligencia Emocional”.
Hasta la próxima, amig@s!