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Pero si él/ella ya lo sabe…

FOTO: digitalart / FreeDigitalPhotos.net

Se dice que la era del «engagement» está llegando a su final y que las nuevas formas de vinculación organización/profesionales se basan en relaciones exclusivamente laborales y transitorias o puntuales. Puede ser.

Además, es absolutamente cierto que cada persona es un mundo y que se mueve por valores o intereses propios, algunas veces cambiantes, y con frecuencia distintos a los del vecino o la vecina. Admito todas esas premisas, que -en alguna medida- comparto.

PERO, aceptando que no tod@s necesitamos recibir constantemente alabanzas y premios, debemos aceptar, igualmente, que TOD@S NECESITAMOS Y AGRADECEMOS una muestra de reconocimiento y apoyo,…… aunque sea de vez en cuando. Es parte de la naturaleza humana esperar y desear recibir muestras de afecto, reconocimiento o gratitud.

¿Habéis oído la expresión «dónde hay confianza da asco» ?. Pues en este exceso de confianza incurrimos algunas veces, cuando dejamos de expresar agradecimiento o reconocimiento a alguna persona pensando que esa persona ya sabe que la apreciamos y valoramos. Es decir, cuando incurrimos en el grave error de dar por supuesto que el otro o la otra sabe en qué medida les valoramos.

Error que se agudiza cuando esas suposiciones:

a) no salpican por igual a todos los miembros de la organización; es decir, cuando usamos el agradecimiento y el reconocimiento con unas personas sí y con otras no, porque pensamos que éstas últimas ya saben cuánto les apreciamos, cuán agradecid@s estamos por sus aportaciones;

b) pretendemos (de nuevo erróneamente) que la persona afectada entienda nuestra conducta, que perdone nuestra desconsideración;

c) la «víctima de la suposición» tiene con nosotros un vínculo especial de cariño, admiración, amistad,… que la hace aún más vulnerable a nuestro olvido.

Hace unos días leí, en Equipos y Talentos, un interesantísimo artículo sobre las «Bases científicas del reconocimiento social», http://www.equiposytalento.com/noticias/2014/01/20/un-estudio-revela-las-bases-cientificas-del-reconocimiento-social-en-la-empresa y en el que se recogían también las consecuencias positivas de ese reconocimiento.

Pero en este artículo me gustaría hablar de la otra cara de la moneda: ¿qué ocurre cuando, por desidia o exceso de confianza, omitimos ese reconocimiento, esa muestra de agradecimiento a quiénes nos ayudan, a quienes colaboran con nosotr@s?. Es decir ¿qué consecuencias negativas tiene la falta de agradecimiento o de reconocimiento? A mi juicio, esas consecuencias pueden ser de gran importancia. Cito algunas:

Desmotivación a las personas/baja autoestima: al no sentirse reconocidas, su conducta podrá evolucionar desde la implicación voluntaria en el proyecto al mero «presencialismo» («estoy aquí porque no tengo más remedio, que me digan ell@s qué tengo que hacer; yo paso de pringarme o preocuparme»,….).

Conducimos al despiste: la persona afectada se cuestionará si lo está haciendo bien o no, porque nunca obtiene una respuesta a su conducta o a su actitud, le falta información: «a fulanito le corrigen cuando se equivoca, a menganito le alaban lo que ha hecho, pero a mí no me dicen nada ¿qué pasa conmigo…?».

– Podemos generar situaciones de autoexclusión/frustración: A esta persona le importará poco si hay una forma de reducir costes o de mejorar procedimientos. Sólo se centrará en lo que le está doliendo: «Importo tan poco, nadie se fija en mí, soy perfectamente sustituible o prescindible, yo aquí no encajo, no valoran lo que hago, para que voy a seguir matándome por esta gente,…….»

Exteriorización del descontento: si los ojos son el espejo del alma, tu plantilla es el espejo de tus políticas. Y este efecto de «la suposición» puede tener consecuencia económicas graves: «si tratan a sí a los suyos ¿cómo me van a tratar a mí, que sólo soy un cliente más?»……

Fugas: quien se sienta poco reconocido o valorado buscará el primer vuelo que salga hacia cualquier otro destino. ¿De verdad que una palabra amable a tiempo, un gesto en el momento adecuado, es tan cara como para no cambiarla por un buen profesional?.

Así que, si me lo permites, te sugiero que practiques los siguientes hábitos de reconocimiento y agradecimiento:

– Hazlo siempre que haya motivos y aunque parezca que la persona no lo necesita; no des nada por supuesto.

Otórgalo sólo a quién lo merezca: los reconocimientos y/o agradecimientos generalizados acaban convirtiéndose en rutinas sin valor.

Aplica recompensas similares ante situaciones similares. Es cuestión de justicia y objetividad.

– Y he dicho recompensas similares, que no iguales; aprende cuál es la forma más adecuada para cada persona: no todas quieren más sueldo o un viaje al Caribe.

– Debes hacerlo lo más rápidamente posible: aquí no siempre vale lo de mejor tarde que nunca.

¿QUÉ OPINAS TÚ?.