¿Te acuerdas cuando aún creías en la magia de la Navidad? ¿Recuerdas la ilusión que te daba adornar la casa? colocar minuciosamente cada pieza del Belén, decorar el árbol con bolas rojas y luces de colores que se encendían y apagaban. Te levantabas cada día esperando que nevara, salías a la calle con abrigo, gorro y bufanda. Te sabías todos los villancicos de memoria. Preparabas con tus compañeros de clase el festival de Navidad del colegio, deseando que ese día llegara para que tus padres vieran lo bien que representabas el papel de pastorcit@ o incluso a veces el de angelito.
Escribías la carta a los Reyes Magos poco a poco, pues a menudo había algún regalo más que añadir, aunque en el fondo tenías bien claro cuales eran tus deseos. Discutías con tus amigos defendiendo a tu Rey Mago preferido: ¡Melchor es el mejor!, ¡No, a mi me gusta más Baltasar!..
Ansiabas que llegara la tarde del día cinco de enero para ver la majestuosa cabalgata, y si tu rey preferido te miraba y te saludaba, ¡oh, que emoción!, y si además se acercaba y te daba caramelos, tú le decías ¡Señor Rey, he sido muy bueno este año!.
Y cuando finalizaba la cabalgata regresabas a casa exaltad@ con tu bolsa llena de caramelos. Tu madre te preparaba un chocolate calentito y te decía que te acostaras pronto porque sino los Reyes Magos no vendrían.
–Vale mamá, ahora me acuesto, pero tengo que dejarle a los Reyes algo de comida para cuando vengan. Después de tan largo viaje seguro que tienen mucha hambre –le insistías a tu madre.
Preparabas unas galletas y las dejabas junto al árbol o la chimenea. Volvías a mirar a ver si los calcetines estaban bien colgados. Y te ibas a dormir emocionad@ pensando en la mañana siguiente para comprobar si los Reyes te habrían traído todo aquello que les habías pedido en la carta.
La mañana del día seis de enero te levantabas corriendo y si veías los regalos bajo el árbol gritabas:
¡¡¡Han venido los Reyes!!! ¡¡¡Mamá, Papá, despertad, han venido los Reyes!!!.
Abrías los regalos como si fuera la primera vez que desenvolvías unos regalos, con cara de entusiasmo, alucinad@, con los ojos brillantes y resplandecientes.
Eran días maravillosos.
Pero hoy ya nada de eso te hace ilusión, has crecido y tu niño interior se ha dormido o quizá ha desaparecido. Hoy ya no saboreas igual la Navidad, tu mente está inmersa en los problemas del día a día, anclada al pasado o ansiando un nuevo futuro, perdiendo así la confianza en el momento presente. Hoy no sonríes igual que lo hacías cuando eras niñ@: con inocencia, ingenuidad y ternura. El paso de los años ha hecho mella en ti, y te ha desconectado de tu verdadera y única esencia.
Permítete volver a sonreír plenamente, déjate iluminar por la magia especial que esconde la Navidad, juega, ríe, sueña y da lo mejor de ti. Tu niño interior está esperando volver a encontrarse contigo, volver a vivir unido a ti y junto a ti. Recupera la ilusión de tu infancia.
¡Vive la Navidad como un momento único y especial!