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Los periódicos han muerto…¡vivan las web!… ¡Ops! Las webs han muerto…¡vivan las redes sociales!

FOTO: Gualberto107 / FreeDigitalPhotos.net

Crecí creyendo que algún día sería periodista y leyendo el ABC desde que tuve uso de razón.  Ya leía los sucesos con 6 años, y las noticias sobre los deportes que me interesaban y la información internacional desde los 10 u 11. Cuando con 20 años pisé por primera vez ABC, no pude ser más feliz: ¡Mi firma en ABC! Levitaba por el periódico.

En la fachada de este gran diario,  en el edificio de su sede en Juan Ignacio Luca de Tena, unas letras caídas al azar y que supongo simplemente pretenden rendir un homenaje a la cultura española, al Periodismo escrito o las linotipias e imprentas, componen un caprichoso alfabeto... pues bien, en esa pared principal, junto a la puerta, llegando a la entrada, de todas las combinaciones posibles, como si de un arbol grabado por dos enamorados se tratara, aparecen unidas las iniciales de mi propio nombre y apellido y del nombre y apellido del hombre que yo amaba entonces, mi primer amor: BR-AC… y en mi delirante amor juvenil por ese hombre y por el Periodismo, me gustaba pensar que se trataba de una señal, de un misterioso guiño para indicarme que ese diario al que tanto he querido estaba de alguna manera ligado a mi propio destino.

Pasé en  su Redacción algunos de los mejores años de mi vida, trabajando a destajo y en condiciones bastante mejorables, por lo que, en busca de ese destino que apuntaban mis iniciales, comencé mi periplo por el mundo desde el punto de vista geográfico y desde el punto de vista empresarial. Viajé por muchos países y viví años fuera de España. Volví y fundé dos diarios, trabajé en las relaciones publicas y la organización de eventos y finalmente, en el 2000, entré de lleno en el sector de las tecnológicas para, en el año 2006, ser fichada por un headhunter para dirigir la web de la revista del Grupo Vocento Mujer Hoy, que, llevada hasta entonces por el equipo de papel, era imperceptible en el mundo on line con apenas 7.000 usuarios al mes, pese a sus seis años de presencia en Internet y cuando mi proyecto anterior superaba el millón de usuarios mensuales.

Mi retorno desde las tecnológicas -donde los contenidos, en mi opinión, no se valoraban lo suficiente-  a la que consideraba mi casa, me hizo abrigar la idea de que en este grupo mediático por fin se podrian aunar tecnología y contenidos. Pensaba que al ser una periodista de raza con conocimientos y experiencia en Internet podría contribuir a llevar a mi querido periódico y a su grupo al top de los medios digitales.

Pero me encontré con una empresa anclada en el pasado, incapaz de avanzar, dando palos de ciego en un sector que le era completamente ajeno y por el que no parecía sentir un interés real, sin estrategia, sin percepción clara del momento ni de los cambios del mercado, con demasiados profesionales negándose a si mismos la realidad, creyendo que el contenido editorial y el presunto poder prescriptor de sus «marcas» (frase favorita del por entonces consejero delegado de Vocento y de la mayoría de los directivos del grupo… de papel), serían el Santo Grial que los perpetuaría en el mercado… y en sus cargos.

Mal asunto. Lo supe enseguida. Conseguir los resultados que logramos en la web teniendo al enemigo en casa– el peor enemigo posible- merece otro post, tal vez un libro y desde luego un monumento a la heroicidad, pero no voy a contar aquí todos los terribles detalles de la errática estrategia de los grupos de medios en aquellos años. El motivo de este artículo es tan solo comentar que grupos tan potentes como  aquel en el que trabajaba no vieron, tardaron y aún siguen intentando ver qué es una web, cómo hacer una publicación digital, qué elementos tener en cuenta, cómo enfocar el producto, qué es lo que realmente se puede y se debe hacer y lo que el público demanda… en el interim, por cada paso hacia adelante se han dado dos atrás, se ha ganado tráfico con gran esfuerzo y perdido de golpe por decisiones mal tomadas, se han desarrollado en demasiadas ocasiones herramientas inútiles a costes injustificados y utilidades rentables se han desechado por capricho de una o dos personas… y mientras las revistas y periódicos vivían su particular debacle publicitaria, en medio de un mercado en crisis y en plena transformación, sus empresas editoras no parecían entender bien de qué iba el tema de Internet...

Hoy, cuando por fin podrían estar empezando a comprenderlo (algunos no lo comprenderán nunca), habrá que revelarles la dura verdad, el secreto a voces que tampoco quieren oir: amigos, las webs 1.0 están ya muertas y tal vez ya no vale la pena invertir demasiados recursos ni esfuerzo en ellas. Hace tiempo que han llegado las redes sociales. Y los blogs. Y las apps. Y los desarrollos móviles. Y eso va más allá de un cumplir expediente desarrollando una pequeña aplicación sólo porque se lleva y a base de talonario, sin saber de qué va esto.

Google+, Linkedin, Facebook… todos han entrado en el marketing de contenidos. La democratización de los soportes, en vigor desde hace unos años, llega en 2014 a su máxima expresión. Numerosas marcas tienen sus propias vias de comunicación muchas veces más potentes que vuestros medios en papel o webs ¿por qué iban a necesitaros? Para llegar al público, a sus clientes, ya no sois eficaces. Y, cada vez menos, vais a poder competir con una comunidad de Google + o con un grupo de Linkedin. Sois apenas uno más y la prescripción de vuestra marca en el gran océano de Internet, es nula… incluso negativa en ocasiones, porque huele a obsolescencia…

Los medios necesitan una transformación radical hacia la interactividad y la democracia informativa, aceptar la realidad de que la información ya no es patrimonio de unos pocos, sino de muchos, muchísimos, y aprovechar ese impulso a su favor. Atrás debe quedar el debate, y zanjado para siempre, sobre la calidad de la información atribuida de manera exclusiva al periodista por el mero hecho de serlo. Sé que a mis compañeros no les gusta este tema;  recientemente lo hablaba con un prestigioso y querido subdirector de periódico nacional al que admiro y respeto (y que por supuesto no está de acuerdo conmigo), y sé que, como señalaban en «Libération» el pasado mes de febrero , alegáis muchos periodistas que un periódico «no es un restaurante, ni una red social, ni un espacio cultural, ni un plató de televisión, ni un bar, ni una incubadora de startups…«, pero os equivocáis. Es todo eso y más. Porque es notario de la sociedad y centro de información y servicios, y si seguís negándoos a verlo y a serlo, perdéis el sentido.

El mundo ha cambiado. Mucho más rápidamente de lo que queremos reconocer y el Periodismo está hoy más fortalecido y justificado que nunca, con más medios y posibilidades de las que habríamos podido soñar hace 20 años. Lejos de morir, creo que vive un resurgimiento glorioso y un enriquecimiento brutal… pero hay que gestionarlo, hay que darlo forma y reconocer que hay que trabajar con otra perspectiva, con otras normas y otros modos…y si, eso incluye reciclarse o morir, empezando por los profesionales.

Los periódicos han muerto, aunque no lo sepan, y lo que es más asombroso, las webs también. Las redes sociales nos traen la siguiente generación de soportes periodísticos, en forma de webs 2.0 y quién sabe de qué más…estad atentos y mantened la mente muy abierta si quereis sobrevivir, o terminareís convertidos en zombies, muertos vivientes que no saben que están muertos…desmembrados y perdidos, confusos, inútiles, dañinos y con gesto descompuesto.